Poesía barroca: conceptismo y culteranismo


Poesía barroca: conceptismo y culteranismo

   Dentro de la maestría y la genialidad que dominan en la poesía española del Barroco, cabe destacar dos líneas estilísticas muy marcadas: el conceptismo, liderado por Francisco de Quevedo, y el culteranismo, en el que sobresale Luis de Góngora. No obstante, ambas corrientes fueron cultivadas por otros poetas. Aunque se considera que las dos estaban enfrentadas, ya que sus partidarios se atacaban entre sí constantemente, lo cierto es que ambas derivan de la poesía de Francesco Petrarca (usar el soneto y versos endecasílabos, componer cancioneros que describen una historia sentimental, plasmar una visión platónica del amor como un ideal abstracto y difícilmente alcanzable, etc.).

   · Conceptismo: Recibe tal nombre porque confiere mucha importancia a los conceptos e ideas que trata, abordando los temas con múltiples juegos de palabras («Viendo que mi desgracia / no dio lugar a que fuera, / como otros, tu pretendiente, / vine a ser tu pretenmuela», Quevedo). En general, se recurre a múltiples recursos retóricos y, para incrementar el efecto, se acumulan y se suman entre sí («Que te dan en la hermosura / la palma, dices, Leonor; / la de virgen es mejor; / que tu cara la asegura», sor Juana Inés). Es una poesía que da mucha importancia al contenido, juega con la ambigüedad, tiende a transmitir carácter moral o crítica social y procura una armonía clasicista.

   · Culteranismo: Se llama así porque procura ser muy culta, incluyendo numerosas referencias a obras clásicas, muchas veces reescribiéndolas, además de adoptar cultismos («Quien quisiere ser culto en sólo un día, / la jeri (aprenderá) gonza siguiente: / fulgores, arrogar, joven, presiente, / candor, construye, métrica armonía», Quevedo parodiando el estilo gongorino) y expresarse con hipérbatos extremas para imitar la sintaxis latina («Llamáralo, aunque muda, mas no sabe / el nombre articular que más querría», Góngora). Se persigue la sensualidad y la belleza estéticas, alejándose lo más posible del lenguaje ordinario en busca de un preciosismo absoluto, por lo que otorga muchísima importancia a la forma y a la expresión, que suele ser sonora («Infame turba de nocturnas aves, / gimiendo tristes y volando graves», Góngora).

   En resumen, los dos estilos se basan en la poesía latinizante de Petrarca para crear un lenguaje exclusivo y propio de la poesía, totalmente diferente del habla cotidiana o vulgar (influencia del platonismo, que concibe un mundo ideal, solo apto para eruditos, y un mundo terrenal y tosco, del vulgo). La diferencia estriba en que Quevedo y los conceptistas se preocupan más por el contenido y las ideas, tratando temas de la realidad contemporánea, mientras que Góngora y los culteranos se evaden a mundos míticos de una belleza maravillosa.

Lope Félix de Vega Carpio (1562-1635)

   Empezamos por Lope de Vega ya que, apodado como Fénix de los ingenios y Monstruo de la naturaleza, cosechó prácticamente todos los géneros y estilos de su época: teatro, narrativa, poesía, ensayo y conceptismo, culteranismo, petrarquismo clásico... Aunque destacó en teatro, su poesía también demuestra una maestría sublime.

Lope de Vega

   Como poeta, su obra está marcada por una fuerte presencia autobiográfica, ya que le gustaba reflejar aspectos de su vida en sus poemas, especialmente en el aspecto amoroso, siguiendo la tradición petrarquista de componer cancioneros plasmando la experiencia amorosa del autor. Puesto que su vida pasó por muchas etapas diferentes (mujeriego, soldado, sacerdote, esposo, padre...), su poesía también evoluciona mucho e incluso llega a parodiarse a sí mismo y a su propia obra en el último poemario que publicó: Rimas humanas y divinas del licenciado Tomé de Burguillos.

   En general, sus libros completamente líricos son religiosos, pues los publica siendo sacerdote (Rimas sacras, Romancero espiritual, Triunfos divinos con otras rimas sacras...), pero también le interesa rescatar las formas poéticas tradicionales, razón por la cual escribe romances para el Romancero nuevo junto a otros escritores cultos, como Cervantes, Quevedo o Góngora.

Luis de Góngora y Argote (1561-1627)

   En poesía, Góngora es el escritor más original de su época y, de hecho, no tuvo demasiados seguidores hasta que en 1927 se reunió una serie de poetas para conmemorar el 3er centenario de su muerte para homenajear su obra y formaron así la Generación del 27. Su propósito era similar al de Góngora: crear un lenguaje exclusivo de la poesía.

Luis de Góngora


   Góngora resulta tremendamente genuino y particular porque es el iniciador del culteranismo, razón por la cual también se le conoce como «gongorismo». Como ya se ha dicho, persigue una belleza absoluta a través del lenguaje, para lo cual incorpora voces latinas al castellano (cultismos), emplea muchas palabras esdrújulas por su ritmo y sonoridad, distribuye los acentos para lograr mayor sonoridad, encadena diferentes clases de hipérbatos (para imitar la sintaxis latina, conseguir más ritmo y provocar una lectura dificultosa y extraña), etc. En cuanto a recursos retóricos, los acumula y los enlaza entre sí, de forma similar a Quevedo, para condensar el significado e intensificarlo. Al igual que su adversario poético, recurre mucho a las hipérboles, que son típicas del Barroco porque ofrecen una apariencia desmedida y ocultan una realidad menos atractiva, más banal («Érase un hombre a una nariz pegado, / érase una nariz superlativa», Quevedo). Góngora destaca por innovar con el uso de la metáfora pura, que consiste en omitir el elemento real de la comparación:

Metáfora
Real (R) Imaginario (I)
El tiempo (R) es oro (I)
Metáfora pura
[Real (R)] Imaginario (I)
El cristal (I) de tu mano
[piel blanquecina (R)]

   No obstante, este recargamiento representa solo uno de los dos estilos de Góngora, pues también cultivó otro tipo de poesía caracterizado por la sencillez y la ligereza, menos intelectual, y que muchas veces rescata aspectos tradicionales o populares, como la siguiente letrilla: «Ándeme yo caliente / y ríase la gente. / Traten otros del gobierno / del mundo y sus monarquías, / mientras gobiernan mis días / mantequillas y pan tierno, / y las mañanas de invierno / naranjada y aguardiente, / y ríase la gente», donde imita el tópico de aurea mediocritas de fray Luis. Su obra suele dividirse en:

     - Poemas menores:
     · Letrillas: representan su faceta popular y no condensa tantos recursos, por lo que son más comprensibles; se caracterizan por provocar la sátira despiadada mediante juegos palabras, para criticar las hipocresías y falsedades de la sociedad, ofreciendo una visión pesimista.
     · Romances: persigue mucho la sonoridad de los versos y destaca la Fábula de Píramo y Tisbe, en la que lleva el recargamiento al extremo para hacer una parodia humorística de su propio estilo.
     · Sonetos: predomina el tema amoroso, pero su tratamiento es más intelectual que emocional; además, incluso en estos aparece la presencia de la muerte. Muchos sonetos son burlescos, atacando a sus enemigos literarios como Quevedo y Lope («Por tu vida, Lopillo,que me borres»).

- Poemas mayores:
     · Fábula de Polifemo y Galatea: adapta un mito clásico pero lo reinterpreta, pues toma al cíclope Polifemo como un símbolo del Barroco: fealdad grotesca sumada a una gran sensibilidad.
     · Soledades: fueron muy polémicas en su época porque en ellas lleva el culteranismo al extremo; iban a ser cuatro para representar las edades del hombre (infancia, juventud, madurez y vejez) pero quedaron inconclusas; sus versos están escritos en silvas porque representan la naturaleza (la selva) y cantan su belleza.
     · Panegírico al Duque de Lerma: poema cortesano que pretende encarnar el lujo para alabar a su mecenas, el duque de Lerma.

Compara este poema de Garcilaso de la Vega, ejemplo del Renacimiento, con este otro de Luis de Góngora, que aborda la misma temática pero desde una perspectiva plenamente barroca y así verás las diferencias (o consulta este enlace donde realizan la comparación):

 


· Francisco de Quevedo Villegas (1580-1645) 

  Quizá fuera el máximo defensor del conceptismo y enemigo del culteranismo. Aunque sean dos líneas muy semejantes, él está más comprometido con el aspecto moral y con el contenido, razón por la cual sobresale en sus juegos de palabras, ambigüedades y críticas mordaces contra la sociedad de su época. Su obra se divide en tres bloques temáticos:

Francisco de Quevedo

     - Poesía filosófica, moral o religiosa. Aunque estas reflexiones aparecen en casi toda su obra, en estos poemas se centra exclusivamente en meditar sobre temas trascendentales del ser humano, como la miseria, la fugacidad del tiempo o el desengañoQué otra cosa es verdad sino pobreza…»), muy propios del Barroco. Ofrece una visión demasiado pesimista incluso para ser un católico de la Contrarreforma y predomina el uso del soneto, aunque los denomina salmos para vincularlos con la misa.

     - Poesía amorosa. Continúa la línea del petrarquismo, pero lo eleva a máxima potencia gracias a su condensación de recursos retóricos: por ejemplo, enumera elementos antitéticos para representar lo contradictorio que es el amor («Es hielo abrasador, es fuego helado...») y recurre mucho a la hipérbole para exagerar su sentimiento desbordante («Amor constante más allá de la muerte»). Al igual que todos los petrarquistas, idealiza a su amada, lo cual también le lleva a veces a hacer una crítica misógina contra estas mismas.

     - Poesía satírica o burlesca. Al igual que sus coetáneos, dedicó gran parte de su obra a atacar a otros poetas, especialmente a Góngora. En estos poemas resulta extremadamente expresivo, pues también utiliza muchos recursos pero además recurre al lenguaje vulgar (domina la germanía, que es la jerga secreta de ladrones y delincuentes). En cuanto a la crítica social, combate sobre todo la hipocresía y realiza descripciones caricaturescas gracias a la suma de hipérboles. Destacan los sonetos («Médico que para un mal que no quita, receta muchos») y las letrillas («Con su pan se lo coma»).


· Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695)

   Nació en Nueva España, la colonia mexicana del antiguo Imperio español, aprendió a leer y escribir siendo muy joven e ingresó en la vida monástica como monja porque deseaba estudiar y aprender más: «No estudio por saber más, sino por ignorar menos». En su obra literaria cultivó la lírica, el teatro, el auto sacramental (que estudiaremos más adelante) y la prosa; en cuanto a estilo, absorbió tanto el culteranismo como el conceptismo en sus diferentes versiones. 

Sor Juana Inés de la Cruz

   Según ella, casi toda su obra la compuso por encargo, seguramente por nobles, ya que tenía buenas relaciones con la corte. La lírica ocupa la mitad de su producción literaria, especialmente los de tema amoroso, donde suele abordar la decepciónDetente, sombra de mi bien esquivo…»), homenajes a personajes ilustres de su época o para leer en la corte. Destacan sus villancicos (recordad que por aquel entonces no abordaban solo temas navideños) y el tocotín, un género poético que incluye pasajes en lenguas amerindias. Es muy común en su obra encontrar múltiples referencias mitológicas, siguiendo a Góngora; pero también elabora las críticas más mordaces y satíricas, al puro estilo de Quevedo, como en el siguiente poema (lo encontraréis brevemente explicado en este enlace):


Que te dan en la hermosura
la palma, dices, Leonor; 
la de virgen es mejor, 
que tu cara la asegura. 
No te precies, con descoco, 
que a todos robas el alma: 
que si te han dado la Palma, 
es, Leonor, porque eres Coco.

   En muchos de sus textos, aparece la mujer como un personaje fuerte capaz de dominar su propio destino y destaca su redondilla «Hombres necios que acusáis…». Escribió también prosa intelectual, rebatiendo a otros clérigos, por lo que recibió una dura crítica del obispo de Puebla quien, haciéndose pasar por una monja llamada sor Filotea, pretende menospreciarla por ser mujer. Sor Juana aprovechó para dedicarle una contestación titulada Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, en la que utiliza una prosa muy elocuente para reivindicar sus derechos y libertades (incluso defiende la cocina como un ámbito de descubrimientos científicos: «Si Aristóteles hubiera guisado, mucho más hubiera escrito») y, de paso, demostrar su enorme erudición en diversos ámbitos del saber.

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