Prosa medieval: El conde Lucanor
Prosa medieval: El conde Lucanor
La literatura romance comenzó siendo solo poesía, como ya vimos respecto a la lírica popular, al Cantar de mio Cid y a los diferentes mesteres, mientras que la prosa se escribía exclusivamente en latín, la lengua de referencia. Con el consolidamiento de la nobleza y de la Corona de Castilla, el castellano cobra fuerza y se convierte en lengua administrativa y literaria, tanto en poesía como en prosa.
Alfonso X el Sabio |
Este avance se debe en gran medida al rey Alfonso X el Sabio, quien decide establecer el castellano como la lengua oficial de su reino y para ello reúne un scriptorium: la Escuela de traductores de Toledo, compuesta por un conjunto de conocedores de las lenguas latina, árabe y hebraica (una por cada cultura y religión) cuya labor consistía en traducir obras de dichos idiomas al castellano, para enriquecerlo y acumular un gran saber. Esta prosa tiene, básicamente, tres funciones: cronística, para contar hechos históricos; lúdica, para disfrutar; y sapiencial o didáctica, para aprender.
De esta valiosísima cooperación surgen traducciones de importantes libros de cuentos recopilados de la tradición oriental, especialmente de Las mil y una noches. Por tanto, la cuentística castellana adopta obras como Calila e Dimna o el Sendebar, las dos de carácter misógino puesto que alertan al hombre de supuestas argucias y tretas de las mujeres, y el relato aislado de la Historia de la doncella Teodor, protagonizado por una mujer pobre que demuestra ser más sabia que todos los consejeros del rey. La revalorización de los cuentos como género se explica porque se usaban como espejo de príncipes, es decir: libros que enseñan a los nobles cómo gobernar correctamente y prevenirse de los malos consejos.
Don Juan Manuel
Este sobrino de Alfonso X vivió entre 1282 y 1348 y, como tal, leyó gran parte de la obra que mandó traducir su tío, por lo que recibió influencia de toda esta cuentística castellana. A diferencia de la mayoría de autores anteriores, don Juan Manuel es de los primeros en definirse a sí mismo como un autor, con un estilo propio y un nombre conocido. Entre sus composiciones, destaca El conde Lucanor (1335): una colección de 51 exempla, que son relatos breves, de carácter didáctico o moralizante y que se insertan dentro de un marco narrativo mayor.
Don Juan Manuel |
En este caso, el marco lo constituye el personaje protagonista del conde Lucanor, al que le surgen dudas y problemas acerca de su gobierno y, por ello, pide ayuda a su consejero, Patronio. Este le contesta siempre con un cuento, que es el exemplum, y que el autor -don Juan Manuel- resume en un pareado, a modo de moraleja, por ejemplo: «Por quien no agradece tus favores, / no abandones nunca tus labores». La estructura es siempre la misma:
· Planteamiento: el conde le plantea a Patronio un problema al que necesita dar solución
· Nudo: el consejero le responde contándole un relato que se ajusta su problema
· Desenlace: el conde extrae una enseñanza de dicho relato, lo aplica a su caso y le va bien, así que don Juan Manuel condensa dicho aprendizaje en dos versos rimados
Muchos de sus cuentos o exempla proceden de la tradición árabe e hindú, traducido por la Escuela de Toledo, y todos ellos tratan problemas prácticos, puesto que debían enseñar a los jóvenes nobles a actuar en tales situaciones: cómo proteger las tierras, cuándo hay que invertir en un negocio, cómo reconocer a un verdadero amigo... Estos constituyen la primera parte del libro, al que le siguen otras cuatro de carácter más culto y elevado a medida que avanzan y que contienen sentencias o aforismos: proverbios morales recogidos de la tradición.
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